Reconectarse con los océanos sana el alma y puede salvar al planeta
El agua y lo océanos ejercen una gran atracción sobre la mayoría de los humanos. Muchos queremos estar en su cercanía.
Estamos dispuestos a pagar mucho dinero para vivir o hacer vacaciones directamente en una playa o una costa.
Psicólogos han descubierto que nos sentimos más relajados, más creativos, más empáticos, cuando estamos en la cercanía de alguna fuente de agua.
El expresidente estadounidense John F. Kennedy se refirió alguna vez a la relación simbiótica de la humanidad con el agua.
“Estamos conectados con el océano”, dijo, y agregó, “cuando vamos al mar, regresamos al lugar de donde venimos”.
A la bióloga marina y escritora pionera del medio ambiente Rachel Carsen le fascinaron siempre los mares, “esa gran madre de la vida”.
Tanto, que escribió ya hace 70 años “The sea around us”, (El mar que nos rodea).
Estaba alarmada con el trato que le damos al océano.
“Es una ironía que el mar, del que surgió la vida por primera vez, esté siendo amenazado ahora por las actividades de una de esas formas de vida”, escribió.
Pero nuestro estilo de vida genera contaminación química y plástica, sobrepesca, sobredesarrollo costero y erosión, y más recientemente aumento del nivel del mar, provocado por el calentamiento global y la muerte de los corales.
En resumen, ha habido una desconexión entre nosotros y el agua.
“Mente azul”: el agua nos hace felices
Blue Mind, escrito por Wallace J. Nichols en 2015, se basa en estudios de neurobiología y psicología cognitiva para mostrar cómo el agua no solo nos hace felices, sino que debe ser preservada, protegida y regenerada.
“Nuestras aguas naturales nos proveen de valores emocionales y sociales, desde nuestro nacimiento”, escribe Nichols en su libro.
Esto se debe, en parte, a que cuando entramos en contacto con el agua, determinadas sustancias químicas inundan nuestro cerebro.
Eso nos hace sentir más felices, más saludables, más y mejor conectados con lo que hacemos.
Fuente: Forbes
Comments