Trump quiere que un estadounidense presida el Banco Interamericano de Desarrollo
Después de haber expresado su deseo de reducir drásticamente la aportación económica de Estados Unidos a ciertos organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), y de mostrar abiertamente su incomodidad con el multilateralismo, Donald Trump reclama ahora que la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sea ocupada por un estadounidense. Esto podría parecer una contradicción, aunque en realidad es una manera de concretar el «America First».
El deseo de Trump de situar en la presidencia del BID a su candidato, Mauricio Claver-Carone, responsable de Latinoamérica en el Consejo de Seguridad Nacional, dependiente de la Casa Blanca, le está creando fricción con dirigentes de la región, incluso con quienes mantenía una cierta cordialidad política. Las candidaturas deben proclamarse a finales de julio y en septiembre tendría que escogerse al nuevo presidente, en sustitución del colombiano Luis Alberto Moreno, que ha ocupado el puesto desde 2005, en tres mandatos seguidos de cinco años. El BID es, junto a la OEA, la institución suprarregional americana más sólida e importante.
EE.UU. ya preside el Banco Mundial
Desde que los países americanos crearon el BID en 1960, auspiciado por la Administración Eisenhower, ha existido la norma no escrita de que el banco esté dirigido por un latinoamericano, a pesar de que Estados Unidos sea el mayor accionista (el 30% de los votos, acorde con su aportación económica). Algo parecido ocurre con el Fondo Monetario Internacional, dirigido siempre por un europeo. De acuerdo con esos históricos consensos, a EE.UU. ya le corresponde encabezar el Banco Mundial, y además estadounidenses han venido siendo los números dos del FMI y del BID. Se trata de las tres principales instituciones internacionales de carácter económico con sede en la capital de Estados Unidos. En cuanto a foros más políticos, la ONU y la OEA tienen también su sede en suelo norteamericano (en Nueva York y Washington, respectivamente) a condición igualmente de que EE.UU. no ocupe su secretaría general.
Era de esperar que alguna gran potencia cuestionara el papel privilegiado de EE.UU. en el organigrama de esas organizaciones, como ha hecho China (a Pekín tampoco le parece bien que un europeo siempre tenga que encabezar el FMI, cuando Europa ha perdido peso en el mundo), pero no que fuera la propia Casa Blanca la que quiera revisar el reparto.
Si se rompe en el consenso en relación al BID, ¿por qué admitir que un estadounidense dirija el Banco Mundial o bien ocupe el segundo puesto del FMI? Cierto que EE.UU. realiza las mayores aportaciones económicas a esas entidades, pero también se beneficia del «poder blando» de albergar sus sedes.
David R. Malpass (@DavidMalpassWBG), fue seleccionado el 5 de abril de 2019, por el Directorio Ejecutivo del Banco Mundial, como 13.erpresidente del Grupo Banco Mundial. Su mandato de cinco años de duración comenzó el 9 de abril de 2019.
El Sr. Malpass se desempeñó antes como subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Otros candidatos
Para dirigir el BID Trump promueve como candidato a Mauricio Claver-Carone. De orígenes familiares cubanos y tiempo de residencia en España, Claver-Carone dispone de experiencia financiera pues ha desempeñado funciones en el Departamento del Tesoro de EE.UU. y en el FMI. Sus últimas responsabilidades, sin embargo, ha sido políticas y muy vinculadas a Trump, como jefe para Latinoamérica en el Consejo de Seguridad Nacional, un órgano dependiente de la Casa Blanca. Desde ahí, Claver-Carone ha defendido la reconducción de la política de Obama hacia Cuba y la proliferación de sanciones contra Venezuela.
Otros países han movido rápidamente ficha, proponiendo sus candidatos. Costa Rica ha adelantado oficialmente el de la expresidenta Laura Chinchilla; otros nombres promovidos extraoficialmente por sus gobiernos son el del argentino Gustavo Béliz, el boliviano Augusto López Claros, el brasileño Rodrigo Xavier, el chileno Felipe Larraín, el ecuatoriano Richard Martínez y el paraguayo Benigno López.
Bastaría que Argentina, Brasil y México se pusieran de acuerdo para superar en fuerza a EE.UU. en la asamblea de gobernadores del BID, pues juntos suman el 30,1% de los votos, frente al 30% estadounidense (México cuenta con un 7,3% y los otros dos con 11,4% cada uno). De hecho, el Gobierno mexicano ha preferido de momento no avanzar su propio nombre y ha sugerido que podría apoyar la candidatura del argentino Béliz, en lo que parece una alianza entre gobiernos ideológicamente afines.
No obstante, cualquier candidato deberá ir más allá de un tercio de los votos y sumar apoyos entre el resto de países, hasta construir cierto consenso. Para ganar se requiere el apoyo de 15 de los 26 países que reciben préstamos (juntos suman el 50% de los votos). Entre estos no están ni EE.UU. ni Canadá, ni otros países de fuera de la región que forman parte del banco con sus aportaciones al desarrollo (España tiene un poder de voto del 1,9%).
Expresidentes en contra
Hace unas semanas, varios expresidentes (Cardoso, Lagos, Sanguinetti, Santos y Zedillo) hicieron una declaración pública pidiendo que se mantenga el criterio de que la presidencia del banco siga siendo ejercida por alguien procedente de un país latinoamericano. Quienes defienden esa posición destacan que pocas organizaciones internacionales están presididas por alguien de la región y que, ante la presente crisis económica y sanitaria a raíz del Covid-19, convendría no erosionar la unidad interna que el banco ha sabido preservar a lo largo de las décadas.
Por su parte, Cynthya J. Arnson, directora del programa de Latinoamérica del Woodrow Wilson, un «think tank» de Washington de orientación más bien demócrata, ha culpado a los países latinoamericanos de no ponerse rápidamente de acuerdo sobre un candidato y así evitar la maniobra de Trump. «Los egoísmos y nacionalismos detrás del fracaso de unirse alrededor de un sucesor para Luis Alberto Moreno han abierto la puerta a la reafirmación del unilateralismo estadounidense. La región y el poder blando de EE.UU. sufrirá como resultado», asegura.
Fuente ABC
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