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¿Por qué se habla de hora cero y por qué debería importarnos?


El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) se ha referido al año 2030 como la meta para prevenir catástrofes ambientales a nivel global.


La hora cero es conocida coloquialmente como un momento determinado, en que la población debe haber cambiado sus hábitos de vida para poder frenar el aumento en temperatura, la producción de basura y la contaminación de agua para de esta manera, revertir el efecto invernadero que poco a poco acaba con la vida en el planeta.


En 1992 se firmaron tres acuerdos rodeando La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).


La adición del Protocolo de Kioto a este convenio comprometía a las naciones de una manera mucho más jurídica a hacer cambios a procesos que beneficiaran y frenaran el cambio climático.


El Acuerdo de París llegó en el 2015, con una visión mucho más estructurada y alarmante para las partes firmantes.


En este, se advertía que la temperatura global no podía sobrepasar los1.5° centígrados.


El principal objetivo se centra en una disminución drástica en un 45% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) lo que indudablemente repercute en la industria de los combustibles fósiles.


Si bien estos tratados buscan vincular las grandes acciones industriales, y los mega procesos de importación/exportación de productos, han existido diferentes iniciativas para que cualquier persona pueda hacer su parte y que verdaderamente repercuta en su espacio y comunidad.


La ecología se centra en proteger el medio ambiente, ahorrar energía y la conservación de recursos naturales.


Los productos cotidianos que se pueden utilizar ayudan a que los grandes procesos industriales (como la reutilización de plásticos) se realice con mayor eficacia.


Algunos de estos pueden ser: copas menstruales, cepillos de dientes de Bamboo, papel reciclado, pañales de tela, detergentes y jabones ecológicos, entre otros.


Algunas iniciativas poco convencionales que han lanzado empresas privadas alrededor del mundo se centran en una cultura de reciclaje, y no únicamente de bienes tangibles como el plástico, el cartón o la comida.


Los correos electrónicos han sido el centro de una revolución ecológica que ha llevado a investigar datos realmente interesantes para disminuir la producción de CO2 a nivel global:


Por cada mail almacenado en las carpetas del correo, se generan diez gramos de CO2 al año.


Si cada persona eliminara 50 correos, se ahorraría la energía equivalente a apagar 2.700 millones de bombillas en el mundo.


Se estima que los servidores (que almacenan contenido multimedia, correos electrónicos entre otros, generan aproximadamente el 2% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.


Fuente: AmericaRetail

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