México le declara la guerra a la obesidad
México padece una epidemia de diabetes y obesidad que hace a su población doblemente vulnerable a la pandemia de coronavirus. El eminente médico Simón Barquera explicó a DW este desafío a la salud pública.
México es el primer consumidor de refrescos a nivel mundial, con 163 litros por persona al año, un consumo un 40% mayor que el estadounidense promedio, según un estudio reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El país también ocupa la tasa más alta de obesidad en adultos entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Con unos 10 millones de diabéticos -número que va en ascenso debido a que un 73% de la población adulta tiene problemas de obesidad y sobrepeso- el sistema de salud está al borde del colapso, sin contar la pandemia por Covid-19.
El Estado mexicano se ha propuesto combatir el problema estableciendo un impuesto especial a las bebidas azucaradas para reducir su demanda. También está en marcha un etiquetado de alimentos "chatarra”, altos en azúcares, sodio, y grasas saturadas, una medida que fue aprobada por la Cámara de Diputados y el voto favorable del Senado a fines de 2019, a la cual le falta aún ser promulgada por el Ejecutivo para que entre en vigor.
A eso se suman las iniciativas de varios estados del país que prohíben la venta de refrescos a menores de edad. Oaxaca fue el primero, seguido de Tabasco, y la Ciudad de México y Sonora preparan iniciativas similares.
Simón Barquera es director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública, y autor del libro "¿Hasta que los kilos nos alcancen?", en el que describe los determinantes de la obesidad y las alternativas para su prevención y control. Es una obra basada en la investigación científica de los últimos 20 años, dirigida a los jóvenes, para alertarlos sobre un grave problema de salud que afecta a 7 de cada 10 personas adultas en México, y se gesta en la niñez por los malos hábitos alimenticios.
México registra este 20 de agosto de 2020 más de 58 mil muertos por COVID-19. Se estima que el 71% de las personas que fallecieron por la pandemia padecían una o más comorbilidades, es decir, enfermedades concomitantes, más del 37% sufrían diabetes y el 24.8% tenía obesidad. DW habló con Simón Barquera sobre la epidemia de obesidad en la sociedad mexicana.
DW: Primero Oaxaca, luego Tabasco, y ahora Ciudad de México y Sonora preparan iniciativas para prohibir la venta de alimentos de alto contenido calórico a la población infantil. Usted ya advertía desde hace años sobre este problema. ¿Porqué esta reacción tan tardía? ¿Ha sido el coronavirus lo que ha puesto la situación al desnudo?
Simón Barquera: Una de las razones por las que ahora hay una concientización muy importante en la sociedad es porque la población está viendo que el coronavirus es algo muy serio. Cuando empezó la pandemia, la gente pensaba que iba a ser algo similar a la gripe común. Y cuando uno voltea la mirada hacia el mundo para entender lo que está pasando, vemos que las personas que tienen sobrepeso, obesidad, y enfermedades crónicas derivadas de ello, tienen una susceptibilidad mucho mayor a sfurir complicaciones. La obesidad eleva en un 44% la posibilidad de que haya una severidad por COVID-19.
¿Qué enfermedades provoca la obesidad?
La obesidad está asociada a muchas enfermedades, con 14 causas de mortalidad en el país. De manera muy especial, con las enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y con la diabetes. México es uno de los países con el mayor número de muertes por diabetes en el mundo. La cuarta causa de mortalidad en México es la cirrosis hepática, que se debe en buena parte al consumo de alcohol, pero también, al consumo de bebidas azucaradas que generan hígado graso, no alcohólico, que es un factor de riesgo para tener cirrosis. Esta suma de enfermedades es una de las razones por la que estamos teniendo una carga tan importante provocada por la mala alimentación.
¿Porqué los niños están particularmente afectados?
Porque es en la infancia y en la adolescencia cuando se definen las preferencias alimenticias. La industria de la comida chatarra, al dedicarse específicamente a ellos, se asegura de tener clientes cautivos de por vida y el sobrepeso y la obesidad en los niños ha aumentado en más de el 80% en los últimos 19 años.
¿Porqué una prohibición y no mejor sensibilizar a la población? ¿Será porque todas estas empresas que venden comida chatarra y refrescos pueden invertir muchos recursos en publicidad y no dejan otra alternativa que la prohibición?
No se está prohibiendo su consumo. Los estados mexicanos están desesperados buscando formas de proteger a la infancia de estas estrategias publicitarias que tienen como blanco a los niños para hacerles consumir productos que les hacen daño. Lo que las autoridades están haciendo es equilibrar un poco, porque la industria tiene una ofensiva de regalos, incentivos, publicidad, puntos de venta y promociones para que los niños los consuman. Lo que el gobierno está tratando de hacer es que los productos que son dañinos sean de más difícil acceso para los niños. Más bien se trata de elevar la protección con barreras que equilibren esas opciones poco saludables.
¿No sería más fácil prohibir la publicidad, como ya se ha hecho mundialmente con el tabaco, junto con medidas como la de aumentar los impuestos a esos productos?
En cada estrategia siempre alguien dice: es un problema muy complejo que no se va a solucionar con impuestos. O dicen 'esto no se soluciona con el etiquetado'. Lo mismo sucede con el argumento de la educación. El problema no se soluciona con una sola iniciativa, sino con un paquete de medidas e involucrando a distintos sectores de la sociedad. Las estrategias para combatir la obesidad no tienen que entrar todas de manera simultánea, y realmente es muy difícil para los países hacerlo. Cada una de estas estrategias requiere mucha voluntad política, mucha evidencia y consensos para poder implementarse. La sociedad y los políticos han trabajado para aprobar impuestos. Eso hay que hacerlo, ahora ya se sumaron lineamientos en las escuelas, ya se sumó el etiquetado. Los gobiernos locales están buscando esta medida porque es una que pueden implementar. El control de publicidad es una función de tipo federal y los estados están buscando hacer algo. Es una buena señal que muestra que la sociedad en su conjunto, y en distintas partes del país, quiere poner un granito de arena. Pero se debe hacer aún más, se necesitan más acciones al respecto.
Otro problema es que, en comunidades alejadas, incluso en la periferia de las grandes ciudades, muchas escuelas no tienen agua potable. Por eso los niños recurren a los refrescos ¿Es una responsabilidad pendiente del Estado mexicano?
Totalmente. La inversión para asegurar agua potable es algo que tiene que garantizar el Estado mexicano, y no es algo fácil. Estamos hablando de un país en donde una gran parte del territorio nacional es un desierto o semidesierto. Hay miles de escuelas que no tienen agua, y no estoy hablando de agua potable, sino de agua corriente o entubada. Es un problema estructural de gran envergadura y el gobierno lo tiene que afrontar, pero esta no es una cuestión que descalifique los otros esfuerzos. El gobierno tiene que entender la prioridad. Y se tienen que buscar soluciones. Por ejemplo, en todos los lugares a los que llegan los refrescos, también puede llegar el agua. El gobierno podría ofrecer incentivos y asegurarse de que el costo del agua siempre esté por debajo del de las bebidas azucaradas, que muchas veces no es el caso. En los parques de diversiones en México el agua cuesta más que los refrescos, como una estrategia para vender refrescos. Esas son cuestiones que el gobierno tiene que regular.
¿Es la compra de refrescos también una cuestión de estatus entre la población de escasos recursos?
Se tiene que pensar en formas de socialización que desalienten el consumo de refrescos, porque en zonas muy pobres del país es el equivalente a tomarse un café en las ciudades. Ese momento social se traduce en ir a la tiendita a tomar un refresco.
Estas zonas rurales de muy bajos recursos son las que menos experiencia tienen con las enfermedades crónicas, un fenómeno que ocurre en muchos países. Cuando hay una población que no tiene experiencia con enfermedades crónicas porque no las ha padecido por generaciones, ni siquiera entiende qué productos hacen daño, ni detecta los síntomas. Uno de los síntomas de la diabetes es que da mucha sed y se empieza a orinar mucho. En comunidades en donde hay diabetes a nivel familiar, enseguida se dan cuenta, o evitan los riesgos porque saben lo que puede ocurrir, pero en donde no existe ese conocimiento se es muy vulnerable. Les empieza a dar sed y toman más refresco, es un daño terrible. El daño por diabetes en México es una enorme carga.
Los apoyos del gobierno incluso se destinan a la compra de bebidas y comida chatarra. ¿Ha observado usted esto?
Hay muchos instrumentos de apoyo, unos son nacionales y otros regionales. Además han estado cambiando. Ha habido momentos en los que los apoyos permitían la adquisición de productos poco saludables, eso es algo que no se tenía claramente identificado. Ahora incluso los alimentos que reparte el gobierno a través de sus agencias se está poniendo mucha atención, e incluso que los alimentos que puedan comprarse no sean ultra procesados. Antes repartían galletas, alimentos poco saludables, leche con grasa vegetal, saborizada. Ahora eso se quiere evitar.
El Dr. Simón Barquera es médico cirujano, egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, en la Ciudad de México. Obtuvo los grados de maestría y doctorado en Ciencias de la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas Nutricionales, en la Universidad de Tufts, en Boston, EE. UU. Ha sido consultor para la OMS, OPS, IFPRI y la IAAE en los campos de nutrición, obesidad y enfermedades crónicas. Es presidente del Colegio de Profesores de Nutrición y líder de la Línea de Investigación en Obesidad, Diabetes y Enfermedades Cardiovasculares.
Fuente
Deutsche Welle
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