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Los esfuerzos por salvar el planeta deben comenzar en la región antártica


Imagen: REUTERS/Mawson's Hut Organisation/Handout

"Tengo la esperanza de que la Antártida, con su túnica simbólica de color blanco, brille como un continente de paz con naciones que trabajen juntas a favor de la ciencia convirtiéndose en un ejemplo de cooperación internacional".


Estas palabras del oficial de la marina estadounidense y explorador polar Richard E. Byrd en 1957 ahora están inscritas en el Byrd Memorial en la estación estadounidense McMurdo, en la Antártida.


Dos años más tarde, en el apogeo de la Guerra Fría y con la amenaza de un gran holocausto nuclear, la Antártida ocupó un lugar en los libros de historia y se convirtió en un símbolo de la cooperación internacional.


Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, la Unión Soviética, el Reino Unido y los Estados Unidos se unieron y dedicaron el continente a la paz y la ciencia a través de la firma del Tratado Antártico. Congeló los reclamos territoriales, desmilitarizó el área, y estableció una cooperación pacífica y libertad para la investigación científica.


El Tratado Antártico y sus instrumentos son un símbolo que define el poder del multilateralismo y la buena gobernanza que se pueden lograr incluso en momentos de grandes conflictos políticos.


Muchos de sus principios se han incorporado al organismo más amplio de la gobernanza global y la ley, y allanaron el camino para el desarrollo de otros instrumentos internacionales como la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) que tiene como objetivo la protección de la fauna oceánica del continente.


También han permitido que se lleve a cabo una gran cantidad de investigaciones multinacionales que han proporcionado información importante sobre nuestro planeta en constante cambio.


La Antártida es un continente cubierto de hielo y nieve. Su hielo contiene el 70 % del agua dulce del planeta, y el océano que rodea la Antártida contiene una variedad distintiva de vida marina, como corales, cangrejos, ballenas, focas y pingüinos.


Las algas microscópicas y las pequeñas criaturas parecidas a los camarones (krill) sirven como alimento para todo el ecosistema. Las poderosas corrientes que surgen alrededor de la Antártida, recolectan nutrientes y regeneran las aguas antes de alejarse para ir a alimentar a todos los océanos del mundo.


Si bien el Océano Austral puede estar en el fondo del planeta (desde una perspectiva del hemisferio norte), en realidad está en el centro. Si queremos restaurar el estado del océano y el planeta, ahí es donde debemos comenzar.


El 2019 es el año del sexagésimo aniversario de este histórico Tratado Antártico. En estos tiempos turbulentos, como en 1959, nos enfrentamos a otra emergencia global: la crisis climática y la destrucción de la biodiversidad.


Si bien la Antártida parece tan vasta, poderosa y remota, también es frágil. Los impactos de los seres humanos se están sintiendo y también está en la primera línea de la crisis climática y la pérdida de biodiversidad.


Las señales de advertencia son claras: el derretimiento del hielo marino antártico se ha triplicado en los últimos cinco años; la pesca industrial del krill amenaza la vida silvestre en la región; casi ningún pingüino emperador ha incubado en la segunda zona de cría más grande de la Antártida en los últimos tres años; existe un mayor riesgo de que especies invasoras traspasen la frontera final de las invasiones biológicas marinas, debido a que el tráfico marítimo antártico ha aumentado 10 veces desde la década de 1960. Necesitamos liderazgo para proteger esta región prístina.


Del 1 al 11 de julio, las diferentes partes se reunirán en la XLII Reunión Consultiva del Tratado Antártico en Praga. Esta reunión será una oportunidad para que los miembros del Tratado Antártico envíen un mensaje enérgico a la CCRVMA antes de su reunión en octubre sobre la importancia de implementar acciones inmediatas de protección marina.


El año pasado, los 25 miembros (24 países y la Unión Europea) del cuerpo oceánico de la Antártida (CCRVMA) no lograron un consenso sobre la protección de los océanos. Se han presentado tres propuestas de áreas marinas protegidas: en la Antártida Oriental (950.000 km2), el Mar de Weddell (1,8 millones de km2) y la Península Antártica (450.000 km2).


El progreso está estancado por unas pocas naciones poderosas, aunque todos los miembros de la CCRVMA acordaron desarrollar una red integral de Áreas Marinas Protegidas (AMP) en el Océano Austral para el año 2012. Hasta el momento, solo se han creado dos AMP: alrededor de las Islas Orcadas del Sur en 2009, y la reserva marina más grande del mundo: el AMP del Mar de Ross en 2016.


El impulso para la protección del Océano Austral se debe reforzar. Esta es la misión de nuestro grupo Antarctica2020, que exige la protección de más de 7 millones de km2 del Océano Austral para el año 2020.


Actualmente, el 4,8 % de nuestros océanos en el mundo está protegido, con solo el 2,2 % protegido en su totalidad. La ciencia nos dice que para el año 2030 deberíamos aumentar la protección de los océanos al menos en un 30 %. Hacer realidad estas propuestas de AMP en la región daría un gran impulso a la protección de los océanos y los esfuerzos mundiales para combatir la crisis climática y la pérdida de biodiversidad.


El marco de gobernanza ya existe, el imperativo científico es claro, y los gobiernos responsables han acordado establecer una red de AMP en la región. Solo la voluntad política se interpone en el camino.


A pesar de las tremendas tensiones en el apogeo de la Guerra Fría en 1959, las naciones pudieron dedicar esta área a la paz y la ciencia. ¿Podría el mundo volver a unirse para trabajar por una mejor protección de la Antártida en beneficio de todos? Como nunca antes, existe la percepción de la urgencia. Nunca volverá a haber un mejor momento para actuar. Sería un perfecto regalo para el cumpleaños número 60 de la Antártida y un regalo de esperanza para el futuro de la humanidad.


*Sylvia Earle Oceanógrafa, Exploradora Residente de National Geographic, Miembro de Amigos de Acción Oceánica


Fuente World Economic Forum

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