La resiliencia hídrica y el futuro de las ciudades
A principios de 2018, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, vivió una severa crisis. Este caso fue mundialmente conocido por ser la primera gran urbe en quedarse potencialmente sin este recurso.
Sin embargo, en América Latina y el resto del mundo muchas ciudades afrontan retos similares.
Hoy día, más de la mitad de la población mundial vive en centros urbanos (esto representa tres cuartas partes del PIB global) y se estima que vaya en aumento.
Por ello es necesario construir resiliencia hídrica para garantizar su viabilidad, desarrollo y subsistencia, así como el bienestar de la mayoría de los habitantes del planeta.
Sin agua no podemos vivir.
Pero este recurso se encuentra cada vez más amenazado y, con él, la salud pública, la seguridad alimentaria y el medio ambiente, entre otros. Su escasez pone en riesgo la existencia de las ciudades donde vivimos.
Es por esto urgente adoptar una mirada resiliente ante esta problemática y abordarla de una manera integral.
Durante los últimos ocho años, la crisis de agua ha sido de uno de los cinco riesgos globales más grandes reportados por el Foro Económico Mundial.
Asimismo, otros de estos riesgos son exacerbados debido a la problemática del agua: su escasez, las inundaciones, su contaminación a causa de un mal saneamiento o de la deficiente gestión de residuos.
Por esto, a pesar de ser una crisis que parece avanzar lentamente, puede devastar economías, poniendo en riesgo los medios de vida de las personas, amenazando su supervivencia.
La creciente necesidad de este recurso se está produciendo principalmente en países en vías de desarrollo, en los cuales, además, se suma el problema de su, cada vez mayor, contaminación.
La inversión total en infraestructura para su gestión no es suficiente para atenderla, como tampoco para prepararse ante los problemas de abastecimiento y posibles desastres naturales.
El cambio climático es otro factor que está afectando de manera importante el ciclo del agua. Se estima que el número de personas en riesgo debido a inundaciones alcanza los mil 200 millones y que la población actualmente afectada por el deterioro de la tierra y la sequía asciende a mil 800 millones de personas.
Pero los problemas y riesgos derivados por el manejo del agua no se pueden enfrentar sin considerar el contexto socioeconómico en el que tienen lugar.
Los problemas de agua están directamente relacionados con cómo vivimos y cómo nos organizamos en comunidad. Un sistema urbano de agua debe planearse considerando todas sus especificidades.
Cada ciudad tiene determinadas industrias, dinámicas sociales y económicas, situaciones geográficas, historia –e historias subyacentes– y procesos de urbanización. Combinados, estos elementos generan un contexto único.
Por esto, la planeación urbana de los sistemas hídricos debe ir más allá de las barreras administrativas de la ciudad y de las fuentes de agua de las que depende.
El concepto de resiliencia implica la capacidad de recuperarse y fortalecerse luego de una crisis.
En el caso del agua, significa cambiar nuestra relación con ella y hacer caso a la demanda de herramientas y enfoques innovadores, con el fin de hacer más eficiente su uso, evitar su desperdicio y contaminación, hacerla más accesible, evitar el deterioro de su infraestructura y procurar la recarga de los mantos acuíferos, etc.
La mirada resiliente con respecto al manejo y el saneamiento del agua ya no es una opción, sino una necesidad imperativa para para garantizar su viabilidad a futuro.
La seguridad y el bienestar de miles de millones de personas dependen no sólo del manejo más eficiente del agua, sino de cambiar la manera en que la entendemos y nos relacionamos con ella.
La gran mayoría de las ciudades que hacen parte de 100 Ciudades han identificado éste como uno de sus más grandes retos y han empezado a trabajar arduamente en ello.
Fuente: Forbes
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