La agenda verde de Justin Trudeau podría salvar su reelección
Las elecciones federales en Canadá serán en octubre, así que el primer ministro Justin Trudeau tiene menos de cinco meses para revertir las tendencias: su reelección está en peligro. El motivo no tiene que ver con el entusiasmo que generan sus rivales o con la economía (los expertos señalan que va por buen camino). En realidad, es consecuencia de una suma de escándalos, resultados discretos y problemas de comunicación de su gobierno.
Un descalabro de Trudeau en las urnas a manos de los conservadores cortaría un proyecto que, pese a sus errores, ha mostrado compromiso con las minorías y ha buscado apuntalar distintos mecanismos de protección social. Sin embargo, el principal riesgo —no solo para Canadá, sino para todo el mundo— recae en el cuidado del medioambiente. La agenda verde de Trudeau no está libre de críticas y, de hecho, debería mejorar, pero denota un compromiso abismalmente mayor que el del Partido Conservador.
Los sondeos sitúan a los conservadores como favoritos. Uno de los más recientes les da el 38 por ciento de las preferencias, seguidos del Partido Liberal de Trudeau (25 por ciento). Ese segundo lugar se debe a que la popularidad del primer ministro ha sufrido un deterioro considerable: al final de su primer año de gobierno, Trudeau llegó a tener el respaldo del 64 por ciento de la población, pero estos días oscila entre el 30 y el 40 por ciento.
El “romance” entre Trudeau y los canadienses comenzó a erosionarse a raíz de algunos escándalos, como el de la constructora SNC-Lavalin. Jody Wilson-Raybould, quien ocupó la fiscalía general y también fue ministra de Justicia, señaló a Trudeau y a varios de sus allegados de presionarla para optar por una sanción civil en vez de un proceso criminal contra la empresa, acusada de sobornar a funcionarios libios. Las declaraciones de Wilson-Raybould revelaron un aspecto que la “marca Trudeau” —promocionada por el Partido Liberal más que los logros tangibles de su gobierno— había evitado: el primer ministro no era perfecto.
La agenda de Trudeau ha recibido críticas desde posiciones ideológicas opuestas, pero algunos puntos relacionados con el medioambiente han sido especialmente evocados. Si las bases conservadoras enfurecieron con su plan de impuestos al carbono, la izquierda no le perdona la nacionalización del oleoducto Trans Mountain. También la iniciativa C-69 —que busca hacer más rigurosas las evaluaciones para proyectos energéticos— ha generado señalamientos desde ambos polos. La derecha la percibe como un freno económico, mientras que grupos progresistas la ven como una declaración de que los combustibles fósiles seguirán imperando en Canadá.
Es momento de repasar el compromiso medioambiental de los conservadores. Por un lado, basta recordar el saldo de Stephen Harper, primer ministro de 2006 a 2015: retiró a Canadá del Protocolo de Kioto, apoyó a mansalva las industrias extractivas, redujo el financiamiento en distintas áreas de investigación científica sobre el cambio climático y consiguió que su país ocupara en 2013 la última posición en cuanto a cuidado medioambiental en la lista de miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Andrew Scheer, el actual líder del Partido Conservador, aún no revela su plan de lucha contra el cambio climático, pero ya aseguró que el documento no contemplará gravámenes sobre el carbono. Tampoco ha sido claro sobre si Canadá respetará el Acuerdo de París en caso de vencer en las urnas.
Justin Trudeau ganó en 2015 en gran medida por el apoyo de los electores jóvenes y de sectores progresistas, pero muchos de ellos contemplan votar en octubre por otras fuerzas o siguen indecisos. La reelección del liberal pasa por girar el volante a la izquierda con acciones concretas para romper esta desconfianza. Un ejemplo sería conceder una amnistía a las personas con procesos abiertos por posesión simple de marihuana antes de que se legalizara.
Sin embargo, la carta más fuerte que debe jugar Trudeau es la del cuidado medioambiental. Un acierto del primer ministro ha sido no recular con su plan de impuestos al carbono. Pero el gobierno podría dar pasos más contundentes. Por ejemplo, anunciar que no se construirá una segunda línea de Trans Mountain y reducir el apoyo económico y las ventajas fiscales que gozan las petroleras. Debería asimismo darle amplio margen de maniobra a Sheri Meyerhoffer, designada en abril como comisionada de la Responsabilidad de las Empresas. Este cargo será crucial: la comisionada deberá investigar denuncias relacionadas con las actividades de compañías canadienses en el extranjero, así como emitir recomendaciones y monitorear su implementación.
Es un puesto muy importante para la agenda verde de Canadá, ya que varias mineras canadienses han sido señaladas de provocar, entre otras cosas, daños al medioambiente en distintos países, sobre todo en América Latina. El gobierno de Trudeau anunciará el alcance de las funciones de Meyerhoffer en las próximas semanas y sería un acierto que le dé poder para reflejar un proceder independiente que no sea puesto en entredicho.
No sería un secreto: algunas decisiones medioambientales más aguerridas le servirían electoralmente a Trudeau para recobrar la confianza de muchos canadienses que lo apoyaron en 2015. Igualmente, le serían de ayuda si la elección no le asegura el control mayoritario en el parlamento. Tanto el Nuevo Partido Democrático como el Partido Verde podrían respaldar algunos proyectos liberales en el tema y sugerir otros más.
Pero un mayor compromiso medioambiental por parte de Trudeau transmitiría también un mensaje de carácter global. Confirmaría que el liberalismo à la canadienne (a la canadiense) es mejor opción para proteger el medioambiente que el cinismo de los conservadores y la indiferencia de los populismos. Por todo esto, un primer ministro que se presenta como adalid de las causas verdes no debería caer en medianías. Puede demostrarlo antes de las elecciones.
Jaime Porras Ferreyra es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Montreal. Es consultor en temas internacionales y escribe en medios de España y América Latina.
Fuente The New York Times
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