El nuevo escándalo de Gucci: una heredera denuncia haber sufrido abuso sexual infantil
Alexandra Zarini, bisnieta de Guccio Gucci, presentó una demanda en Los Ángeles contra tres miembros de su familia.
Durante los últimos cinco años, el apellido Gucci ha sido sinónimo de éxito con una reinvención de la moda que ha ayudado a redirigir la industria del lujo hacia la inclusión, la emoción y la importancia de la creatividad. La familia que creó la marca tiene un pasado más complicado y oscuro que involucra la evasión de impuestos, enemistades generacionales y asesinatos. Esta semana, otro cargo se añadió a esa lista. El martes, Alexandra Zarini, de 35 años y nieta de Aldo Gucci, el hombre responsable de transformar una casa de artículos de cuero artesanal en un gigante mundial, presentó una demanda en el Tribunal Superior de California en Los Ángeles. Zarini describe en el documento los años de abuso sexual que sufrió por parte de su expadrastro, Joseph Ruffalo, y la complicidad y el encubrimiento de su madre, Patricia Gucci, y su abuela, Bruna Palombo.
Según los documentos judiciales, Ruffalo, un mánager músical que trabajó con Prince y con la banda Earth, Wind & Fire, comenzó a abusar de Zarini cuando tenía unos seis años y continuó hasta los 22. En su demanda, ella relata que el hombre se metía desnudo en su cama cuando era niña y adolescente para tocar sus senos y genitales, le mostraba sus genitales y frotaba su pene contra el cuerpo de ella.
La demanda también afirma que su madre, Patricia Gucci, y su abuela supieron del abuso durante años y que su madre no solo colaboró con las acciones de Ruffalo permitiéndole grabarla desnuda en el baño, sino que también la golpeaba con regularidad. Además, la demanda afirma que ambas mujeres la amenazaron para que se quedara callada.
En una declaración enviada por correo electrónico a The New York Times, Patricia Gucci escribió: “Lamento profundamente el dolor que Joseph Ruffalo le causó a Alexandra. Lo que le hizo es imperdonable y me sentí devastada cuando me contó todo en el consultorio de nuestro médico de cabecera en Londres en septiembre de 2007.
Inmediatamente inicié el proceso de divorcio contra Ruffalo y me dispuse a sanar a mi familia con la búsqueda de ayuda profesional. De igual manera, estoy devastada por las acusaciones contra su abuela, y contra mí, que son completamente falsas”. El abogado de Ruffalo, Richard P. Crane Jr., respondió: “Mi cliente no ha sido notificado y no ha leído la denuncia. Por lo tanto, no tiene conocimiento de todas las acusaciones que contiene la demanda. Lo que se le ha notificado, lo niega con vehemencia y rotundidad. Mientras estuvo casado con la madre de Alexandra, Ruffalo y su esposa estaban muy preocupados por el bienestar mental de Alexandra y tomaron medidas para tratar su inestabilidad. Aparentemente, sus esfuerzos fallaron”.
Una familia marcada
Junto con la próxima película de Ridley Scott —protagonizada por Lady Gaga— sobre el complot para asesinar a Maurizio Gucci que fue orquestado por su exesposa, la demanda por abusos sexuales, en la que Zarini ha exigido un juicio con jurado, volverá a llamar la atención del público hacia los entresijos de una historia que puede parecer dorada.
La familia Gucci no ha estado asociada con la marca Gucci desde 1993, cuando Maurizio Gucci (quien es el primo de la madre de Zarini) vendió su participación final a Investcorp, con sede en Bahréin, que la hizo pública; posteriormente, Gucci fue adquirida por PPR, que se convirtió en Kering, el conglomerado de lujo que actualmente es el propietario de Gucci. Pero la familia es consciente de su relación con la casa de lujo y de que sus legados están entrelazados para siempre.
En 2016, Patricia Gucci publicó un libro de memorias titulado In the Name of Gucci (En el nombre de Gucci), sobre su vida y la relación de sus padres, que comenzó en secreto y duró 30 años. Aldo Gucci, su padre, ya estaba casado y tenía tres hijos cuando conoció a su madre, quien trabajaba como vendedora en la tienda de Roma. Luego comenzaron una aventura en una época en la que el adulterio era ilegal en Italia.
Sin embargo, Patricia fue adorada por su padre. Participó en una campaña publicitaria de Gucci, se le asignó un puesto en la junta directiva de la empresa a los 19 años y fue nombrada embajadora itinerante de la marca. En 1986, mientras estaba envuelto en una disputa familiar, Aldo Gucci fue condenado por evasión de impuestos en los Estados Unidos y cumplió un año de prisión; murió en 1990. Patricia se casó y tuvo dos hijos, luego se divorció y comenzó una relación con Joseph Ruffalo.
Gucci y sus dos hijas se mudaron a California para vivir con él; luego se casaron y tuvieron un hijo aunque, según Zarini, Ruffalo ya había comenzado a abusar de ella. En la demanda, Zarini sostiene que cuando era niña y tenía pesadillas se metía en la cama con su madre, y Ruffalo estaba allí, desnudo. Cuando se despertaba solía tener su mano en el pene de su padrastro. Zarini dice que, a medida que crecía, el comportamiento de Ruffalo comenzó a intensificarse.
Según la demanda, “Ruffalo se quitaba la bata de baño, y estaba completamente desnudo, luego se metía en la cama con la demandante. La demandante yacía rígida en su cama mientras el demandado, Ruffalo, hurgaba debajo de la ropa de la demandante para tocarle los pezones”. Ella también dijo que intentó penetrarla con las manos.
La demanda también describe a Patricia Gucci golpeando a Zarini y, a veces, tratando de estrangularla. Ruffalo “rescataba” a su hijastra y luego se aprovechaba de su papel protector para tocarla de manera íntima.
Según el expediente, cuando Zarini tenía alrededor de 16 años, su abuela le preguntó si su padrastro estaba abusando sexualmente de ella. Cuando confirmó que sí, su abuela le dijo que lo mantuviera “en secreto y que no le dijera a nadie sobre las agresiones”.
Las acciones de Ruffalo continuaron, incluso cuando Zarini era una adolescente y asistía a un internado en Inglaterra. (Una amiga que estudió con ella dijo que Zarini le contó sobre esa situación en aquel momento). Sin embargo, a instancias de su madre, luego regresó a vivir en California con Ruffalo donde, según la demanda, continuó agrediéndola sexualmente y la “alentó” a “consumir drogas”. Zarini reconoce haber consumido cocaína y metanfetamina. Finalmente se enfrentó a su madre, quien le ordenó que guardara silencio sobre lo sucedido.
Posteriormente, Zarini asistió al centro de rehabilitación Sierra Tucson, en Tucson, por sugerencia de su madre, y luego se trató con terapeutas que, según afirma, la ayudaron a aceptar lo que le había sucedido.
Según la demanda, los acusados “intentaron evitar, a toda costa, lo que sería un escándalo que podría empañar el nombre de Gucci y que potencialmente podría costarles millones”.
Zarini viajó a California para presentar su demanda —Ruffalo todavía vive en Los Ángeles, donde sucedieron la mayoría de los sucesos relatados— y en una entrevista realizada por Zoom dijo que creía que su madre había invertido en la empresa de representación musical de Ruffalo y estaba preocupada por el efecto que el proceso judicial podría tener en su imagen pública y su negocio, una marca de equipaje de alta gama que fue lanzada en 2019.
Hacerlo público
En la llamada de Zoom, Zarini dijo que dos sucesos y un cambio en las leyes de California hicieron que se decidiera a presentar la demanda, a pesar de haber transcurrido más de una década. Primero fue el nacimiento de su propio hijo hace cuatro años, y lo segundo fue descubrir que Ruffalo era voluntario en un hospital infantil en Los Ángeles.
El abogado de Ruffalo dijo que la afirmación de que su cliente había sido voluntario en un hospital infantil era incorrecta.
En 2019, Zarini presentó una denuncia en el Departamento de Policía de Beverly Hills en la que alegaba que Ruffalo había abusado sexualmente de ella y podría lastimar a otros niños. El Departamento de Policía de Beverly Hills confirmó la existencia del expediente y dijo que el caso seguía abierto.
El año pasado, después de los escándalos de abuso sexual infantil por parte de sacerdotes católicos y las acusaciones contra Larry Nasser, California cambió sus leyes para permitir que las víctimas de abuso sexual infantil tuviesen más tiempo para denunciar las acusaciones y presentar una demanda. Antes, el plazo de prescripción expiraba ocho años después de que la víctima alcanzara la edad adulta o tres años después de que un sobreviviente adulto hubiera identificado el abuso, pero la nueva ley creaba un periodo de tres años, de 2020 a 2023, en el que los cargos antiguos podían ser readmitidos.
Según Elaine Ducharme, una psicóloga clínica que se especializa en trauma y abusos, el retraso en la denuncia es “muy común” para las víctimas de abuso sexual, al igual que la paternidad como un catalizador “especialmente si el niño tiene aproximadamente la misma edad que tenía la víctima cuando comenzaron los abusos”.
Zarini dijo que esperaba que su familia la atacara. Recuerda que, a los 20 años, cuando planteó por primera vez la posibilidad de hacerlo público, la reacción de su madre fue hablar sobre “la vergüenza que le ocasionaría a la familia, el escándalo”. Su madre le dijo cosas como: “Te van a juzgar, te van a interrogar. No conseguirás un buen trabajo, y serás estigmatizada. Eso afectará nuestra reputación. Además, estabas drogada, así que nadie te creería”.
Sin embargo, Zarini afirma: “No me importa. Solo quiero detener esto. Ella puede llamarme como quiera. Simplemente no quiero que esto le pase a nadie, ni a mi hijo ni cualquier otro niño”.
Zarini dijo que los incidentes que describió estaban completamente claros en su mente, aunque a menudo no estaba muy segura sobre la época en que sucedieron. “Puedo decirles vívidamente que recuerdo que esto sucedió en esta casa, en esta cama y en este dormitorio”, dijo.
Está a punto de tener que contárselo a todo el mundo.
Los abogados de Zarini pertenecen al bufete de Jeff Anderson & Associates, una firma cuyo fundador homónimo se hizo famoso desde la década de 1980 al liderar múltiples juicios contra la Iglesia católica por abuso sexual infantil —ha demandado al Vaticano varias veces— y por su perfil público que oscila entre ser considerado como un “cruzado” o una persona “hambrienta de publicidad” (un representante de los abogados de Zarini fue quien se acercó al Times para informar sobre la demanda).
Zarini dijo que no estaba interesada en la atención (aunque parece estar preparada para los ataques públicos) o el dinero. Explica que cuando les dijo a su madre y a su abuela que seguiría adelante con las acusaciones y presentaría una demanda, la amenazaron con ser expulsada de la familia, diciendo que la desheredarían y que nadie le volvería a hablar de nuevo.
La demandante afirma que, desde que dejó Sierra Tucson, ha sido económicamente independiente de su familia, aparte de unos meses en los que su madre la ayudó con el alquiler y no tiene un fondo fiduciario. Aunque no culminó sus estudios universitarios, trabajó en una oficina familiar y en una galería de arte. Desde que se convirtió en madre a tiempo completo, en 2016, su esposo ha mantenido a la familia. Zarini cree que el dinero que podría conseguir, si gana el juicio, será menor a lo que podría heredar si se quedara callada. En cualquier caso, dijo que los ingresos que no gaste en los honorarios legales se destinarán a una fundación que está comenzando y cuyo objetivo es combatir el abuso sexual infantil.
Aunque Zarini es su apellido de casada, y Losio era su apellido de soltera, y a pesar de que afirma que nunca usó ropa de Gucci cuando era niña, ni tuvo nada Gucci aparte de un pequeño bolso que su madre le dio cuando cumplió 17 años, la organización sin fines de lucro podría llamarse Fundación Infantil Alexandra Gucci.
“Para lo único que usaría ese apellido es para algo bueno”, dijo. Así que planea usarlo pronto, por primera vez.
Fuente Vanessa Friedman es la directora de moda del Times y la crítica jefe de moda. Antes fue la editora de moda del Financial Times. Síguela en Twitter en @VVFriedman https://www.nytimes.com/
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