El coronavirus en Siria: un "desastre en gestación"
La propagación del nuevo coronavirus en Siria, diezmada por nueve años de guerra civil y en donde viven 6,5 millones de desplazados, es un "desastre en gestación", estiman los expertos de la región, que denuncian el uso político que hace el régimen de Bashar al Asad sobre esta epidemia.
Dos muertos entre un total de 19 contagios.
Las cifras oficiales muestran una situación casi envidiable, sobre todo si se compara con la tragedia que vive Irán.
Pero no convencen a nadie.
Las capacidades de detección son extremadamente limitadas y se acusa a Damasco de minimizar el número de contagios.
El gobierno ha prohibido los viajes entre provincias y cerrado escuelas y restaurantes, imponiendo fuertes multas y deteniendo a docenas de infractores.
También se han cerrado las fronteras, aunque los observadores dicen que siguen siendo "porosas" en muchas partes.
El sector médico está destrozado.
A finales de 2019, menos de dos tercios de los hospitales estaban en funcionamiento y el 70% de los trabajadores sanitarios de antes de la guerra habían emigrado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
"Se está gestando un desastre", dice Emile Hokayem, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, quien hace hincapié en los pocos "debates para detener, aunque sea momentáneamente, los conflictos en la región".
Una medida, sin embargo, indispensable en la lucha contra la epidemia.
La frágil tregua en Idlib
El investigador sirio Zaky Mehchi, cofundador del Centro sirio de investigación política y consultante para el think-tank británico Chatham House, estima que las autoridades realizan 100 pruebas diarias, de las cuales la mitad en Damasco.
No se sabe nada de una buena parte del país.
Personal médico contactado en Siria piensa "que muchas personas, con los síntomas del virus, están muriendo, pero que las agencias de seguridad les ordenan no mencionarlos, especialmente a los medios de comunicación", dijo Zaky Mehchi en un briefing en internet, al cual asistió la AFP.
En el norte del país, la situación es particularmente alarmante.
La COVID-19 comenzó a adquirir una dimensión internacional en un momento en que una enésima tregua estaba entrando en vigor en la provincia de Idlib entre el régimen y su aliado ruso por un lado, y los grupos yihadistas y rebeldes -algunos de ellos proturcos- por el otro.
Aunque frágil, esta tregua parece estar todavía en vigor.
Las autoridades de Idlib, dominadas por el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham (HTS), la antigua rama siria de Al Qaida, han adoptado importantes medidas preventivas.
Según Zaky Mehchi, las fuerzas armadas turcas han anunciado su disposición a realizar pruebas a los civiles que crucen la frontera, pero al parecer aún no han comenzado.
Sin embargo, la OMS anunció a finales de marzo la entrega de equipos de prueba a Idlib.
Sin embargo, no se espera ninguna ayuda de Damasco en esta región.
"Nadie puede imaginar que el régimen, que hace tres semanas atacó sistemáticamente a los hospitales, proporcionará a los mismos hospitales equipo médico la próxima semana", dijo irónicamente Mazen Gharibah, investigador asociado de la London School of Economics (LSE).
"Politización de la COVID-19"
Gharibah teme "las catastróficas consecuencias de la politización de la COVID-19 por el gobierno sirio", que, según él, "está utilizando la pandemia a su favor y está jugando con las vidas de millones de personas".
En la parte nororiental la administración kurda semiautónoma, que mantiene a muchas familias de yihadistas en prisiones insalubres, hace tiempo que dio la alarma por la debilidad de sus estructuras médicas y la falta de pruebas.
A finales de marzo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) dijo que Siria, al igual que Yemen, Afganistán o Sudán del Sur "no están preparados para detener la oleada de casos de la COVID-19 sin asistencia internacional".
En los campamentos de desplazados, abrumados por el hambre, la miseria y la falta de higiene, "no es posible mantener una distancia sanitaria", subrayó el CICR, Si un campamento se contaminara, el virus se propagaría "rápida y ferozmente", añadió.
Pero en un momento en el que incluso los países más ricos se enfrentan a una grave recesión, la ayuda humanitaria está en entredicho, teme Hokayem.
"Los donantes se centrarán en la reactivación de sus economías y en la inversión en su sector médico.
Será mucho más difícil defender la necesidad política de asistencia a largo plazo en el extranjero".
La emergencia sanitaria no impide además la violencia en otros frentes.
Al menos 27 combatientes del régimen sirio murieron en un ataque perpetrado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el este de la provincia de Homs (centro) este jueves.
Fuente: AFP
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