Diversidad e inclusión, ¿un desafío corporativo?
Respecto de cualquier grupo vulnerable históricamente discriminado, cambiemos nuestras culturas corporativas para volvernos, más abiertos, más solidarios y más inclusivos.
El gran reto de la inclusión de la diversidad es que no ocurre de manera natural.
La repetición de conductas y patrones sociales a lo largo de la historia nos lleva, inevitablemente, a establecer roles y estereotipos que se normalizan y se vuelven rígidos. Hablar de diversidad e inclusión implica un rompimiento del status quo y sacudir estructuras enraizadas. Para implementar acciones que nos lleven a incluir a esa diversidad tenemos que, por lo menos, hacer el esfuerzo de pensar que existen otros en situaciones distintas y mucho más vulnerables.
Diversidad e inclusión implica hablar de sesgos, de privilegios, de un sinfín de arraigos intrínsecos a cada uno de nosotros. Como sociedad, implica hacer una revisión honesta de la forma en la que hemos operado por años respecto a nuestra capacidad de apertura, de respetar al otro y de buscar la igualdad. Individualmente debemos cuestionarnos sobre qué estamos aportando verdaderamente a nuestra sociedad y qué tipo de sociedad queremos ser.
Dentro del sector privado en México, el discurso de la diversidad y la inclusión ha venido cobrando fuerza en los últimos años. Cada vez se habla más de ello, cada vez existen más organizaciones movilizando esta agenda y cada vez se percibe más como una acción corporativa necesaria. Existen múltiples estudios y estadísticas que demuestran una correlación entre la inclusión de la diversidad y mejores resultados económicos en los negocios. Lo anterior se explica en dos vertientes; la primera, con respecto a la fuerza laboral pues genera mejores relaciones, mayor compromiso y más satisfacción laboral, originando mayor productividad y eficiencia; la segunda, por lo que hace al mercado, ya que, teniendo equipos diversos, las empresas son capaces de transmitir mejores mensajes y llegar más directamente a consumidores relegados.
No obstante, lo anterior, no tenemos que ser más diversos e incluyentes porque nos va a generar mayores utilidades, sino porque es lo correcto. Es decir, obtener mejores rendimientos económicos no es la causa, sino la consecuencia de genuinamente creer que es necesario ser más diverso e inclusivo porque es lo justo.
Por un lado, el mundo empresarial tiene que reconocer que el entorno está cambiando rápidamente en muchos aspectos. El talento de hoy no es, ni privilegia lo mismo que el de hace 10 o 15 años. Es imperioso desarrollar esquemas de trabajo novedosos y sustentables que realmente rediseñen y redefinan las relaciones laborales, satisfagan las expectativas actuales del talento y que sean justos, equitativos e inclusivos.
Por otro lado, las relaciones familiares también han evolucionado en muy diversos aspectos como, por ejemplo, la edad en que las parejas deciden casarse, el número de parejas que deciden casarse o vivir en unión libre, la participación activa de las mujeres en el mundo laboral, la lucha y apertura por el reconocimiento de nuevos modelos de familias, la lucha y los derechos reconocidos a la comunidad LGBT+, entre otros.
Actualmente (y desde hace varias décadas ya), en la enorme mayoría de los hogares heteronormados, la carga tradicionalmente impuesta al hombre de ser el único proveedor es ahora compartida. El rol típico de la mujer se ha ampliado al incorporarse al mundo laboral, sin embargo, esta incorporación ha sido (y sigue siendo) inequitativa e injusta. Situaciones tan elementales como la brecha salarial evidencian lo anterior. Además, las mujeres se encuentran ante exigencias laborales iguales que las de los hombres, pero no encuentran aún la corresponsabilidad de los hombres dentro del hogar y al cuidado de los hijos. En este sentido, el rol típico del hombre sigue, preponderantemente, inalterado.
Por lo que hace a la comunidad LGBT+, la problemática radica esencialmente en que vivimos en una sociedad heteronormada que muy poco a poco va abriéndose y exponiéndose, gracias a las luchas incesantes de la comunidad LGBT+ por el reconocimiento de sus derechos.
Por su parte, quienes sufren de una discapacidad se enfrentan a un mundo donde la mayoría sencillamente no los considera, no los ve, los menosprecia y, por ende, los discrimina.
A pesar de no ser minorías, en el caso de las mujeres y los indígenas en nuestro país, sí son grupos altamente vulnerables pues, históricamente, no han tenido representación dentro de los grupos dominantes.
Tenemos aún un largo camino por recorrer para poder reconocernos como una sociedad inclusiva de su diversidad, sin embargo, desde la IP podemos hacer mucho para avanzar más rápido.
Respecto de la inclusión de género, necesitamos marcar un precedente y establecer lineamientos integrales que promuevan la maternidad y paternidad corresponsable, que permitan realmente que más mujeres lleguen a puestos de liderazgo y a erradicar la brecha salarial. Es por ende imperativo extender los periodos de paternidad, permitir esquemas flexibles para ambos géneros y fomentar que exista equidad de género en los que los que tomen, crear foros para hablar de las nuevas masculinidades, y establecer metas reales de crecimiento de mujeres a puestos de liderazgo.
Respecto a la inclusión de la comunidad LBGT+, extendamos los seguros de gastos médicos que ofrecemos a nuestros empleados sin restricción de sus preferencias sexuales y/o identidad de género, creemos grupos de aliados que ayuden a minimizar la discriminación, instalemos baños neutros, otorguemos los mismos beneficios de paternidad y/o maternidad independientemente a la situación de la vida en pareja de las personas, participemos activa y publicablemente en la lucha por el respecto y el reconocimiento de sus derechos.
Para las personas con alguna discapacidad, establezcamos metas de contratación de personas con discapacidad, seamos conscientes de los diversos obstáculos que pueden representar nuestras instalaciones y adaptémoslos, démonos proactivamente a la labor de aprender cómo incluirlos de mejor manera.
En general, respecto de cualquier grupo vulnerable históricamente discriminado, cambiemos nuestras culturas corporativas para volvernos, genuinamente, más abiertos, más solidarios y más inclusivos. Contribuyamos todos a la construcción de un México más justo y equitativo en el que rija el respeto al otro, en el que celebremos nuestras diferencias porque nos complementan y nos unen. Busquemos sin cansancio ser esa sociedad de la que nos sintamos orgullosos.
Por Tatiana Escribano*
*Socia en Baker McKenzie
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